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Mostrando las entradas de agosto, 2009

Eleazar

Eleazar fue uno de los primeros que creyó en mí. Lo conocí en la Central, fui su alumno de taller de narrativa. Yo iba poco a sus clases, no por él, sino porque en ese entonces yo no hacía más que beber. Él me dijo al final: «Te puse 16, hubieras podido salir mejor, pero nunca ibas». Luego empezamos a salir. Anduvimos por el O Gran Sole. Allí, una vez, recitó de memoria un poema de Fayad Jamis que hablaba del sombrero de un hombre en París, ¿o de un ahorcado en un café? Sí, se trataba de «El ahorcado del café Bonaparte». Fue la primera vez que escuché a un poeta recitar a otro poeta. Eleazar tenía una memoria poética excepcional, seductora, y además era igualito a Omar Sharif, pero de baja estatura. Su voz, su voz era la que debía tener un poeta. Profunda, con ribetes de bosque y de riachuelos. Voz de místico sereno y de loco iluminado. También estuvimos por Tío Pepe, y por el Triana Tropical. Terminábamos en la madrugada en una arepera de El Rosal, tomando hervidos de carne. Eleazar