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Disculpen que me meta / tiempos binarios

      La gente, hoy en día -o por lo menos la gente en las redes-, parece tener muy en claro qué es absolutamente bueno y qué absolutamente malo en la música, el cine y la literatura. Pareciera no haber una comprensión amplia del fenómeno que se comenta y que absurdamente, además, termina siendo  « discutido »  o  « debatido »  o simplemente comentado ferozmente. Y no, no hablo de la peligrosa relatividad. Hablo de las justas medidas, del valor que cada cosa tiene en un contexto dado, de la riqueza que se encuentra en la diversidad, la diferencia o en el contraste. Relativo resulta más bien el juicio que nace de la radicalización arbitraria del gusto: esto es lo mejor, esto es lo bueno y esto es lo malo porque yo lo digo, y no me importa nada más, al carajo tú. Con frecuencia me ha parecido que tales juicios o verdades binarias provienen de la ignorancia y de una patética superficialidad llevada por la moda, por lo cool . En las redes eliminamos músicos y escritores porque nos parec
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Las islas de Rafael Cadenas

Me gustan las islas en la poesía de Rafael Cadenas. En varios poemas está su imagen, la metáfora de la isla. De 1958 es el poema “Una isla”: Vengo de un reino extraño, vengo de una isla iluminada, vengo de los ojos de una mujer. Desciendo por el día, pesadamente. Música perdida me acompaña. Una pupila cargadora de frutos abandonados se adentra en lo que ve. Mi fortaleza, mi última línea, mi frontera con el vacío ha caído hoy.             Acá el reino, la luz, la mujer y sus ojos, que también se han hecho los ojos del poeta y que así va, a través de la calles, iluminado, poseído de esa isla/mirada que lo lleva al vacío que, se me antoja, no es de su total rechazo. Se sabe que el poeta escribió estos versos estando en Port Spain. De aquellos años en su poesía hay muelles, palmeras, paisajes ultramarinos, mares, arena, islas que respiran.             En “Fragmentos”, otra isla dice así: Isla, negro pájaro, llama incesante, viaje a donde

Dario de lejanías / México, 19 de febrero de 2019

            Un hombre, en la noche de su casa, apaga luces, revisa los seguros de las puertas, se mueve con paso de viejo titán que le ha dado la cara a los tornados. En las ventanas contempla el suave respiro de constelaciones que parecieran nacidas en el soplo cósmico de la Bondad. Piensa en sus hijos que duermen, en la edad de ellos, en el tiempo que le queda a su lado. Cada vez está más presente la muerte en sus meditaciones diarias, un aire vacío que acaricia cortinas. Él remonta la oscuridad, de vuelta. La casa duerme. La casa de otro país, del hiato, del compás de espera. ¿Dónde ha quedado el memorial de sus gestas?¿En verdad su nombre ya no es más un cuenco vacío? Algún día será fantasma, recuerdo de sus hijos una tarde, ya de salida de la escuela, por la acera y bajo la sombra de los árboles. O estampa de un fin de semana en las butacas del cine, o sobre una calle empedrada de Valle Bravo o de Ixtapan de la Sal. Quisiera sí dejar un legado de imágenes indelebles, eso

Algo del sentido y de los versos

Vas a una librería, buscas entre mesones, queriendo aprender, sin saber nombres ni títulos y no importándote que no sepas nombres ni títulos. Un librito te encuentra. Abres, lees, te gusta a grandes rasgos. En este caso, digamos, Cincinnati / Historia personal , del mexicano Manuel Iris. De entrada, te llama la atención el texto de contratapa escrito por el poeta venezolano Arturo Gutiérrez Plaza, y cuya poesía admiras. Te llevas el libro. En casa lo lees, se te antoja un libro excelente, el poeta magnífico. Lo vas leyendo con calma. Dejas pasar días, te quedas con una frase, la meditas, la vuelves a leer, luego el poema completo. Y como es, que uno siente en ocasiones, que muchos libros son destino, porque entonces, llegas a una página, a un verso, a una línea, y sientes y comprendes el sentido. El sentido completo de lo que hizo que ese día de diciembre terminaras en el Auditorio Nacional, y luego en la librería Educal en el Centro Cultural del Bosque, y que allí te topar

Opiniones para después de la música

                 La música, eso creo, alguna vez nos importó. La música era parte de nuestras vidas, pero era además parte, sin quizás nosotros proponérnoslo, de nuestro crecimiento espiritual. La música era una forma de relacionarnos con el mundo, de conocerlo y de percibirlo, pieza fundamental de aquello que nos convertía en seres humamos. No era cosa desechable, estaba en nosotros, permanecía en nosotros, nos daba alma. Era nuestra poesía, una forma de conocimiento y de espiritualidad muy específica. Por aquel entonces atesorábamos la música. Los discos, aquellos objetos tangibles, vea usted, se agenciaban como partes de nuestros tesoros del alma. Creo que la relación entre el mundo material y el mundo espiritual (aquello de la res cogitans y la res extensa de Descartes) es en realidad muy estrecha, porque lo espiritual y lo material se unen a través de esa aura poderosa que es nuestra conformación síquica, la energía que nos convierte en seres humanos con cierta profundidad.

“Tatuajes criminales rusos”. La vida en la cicatriz

Tatuajes criminales rusos  (Oscar Todtmann Editores, 2018) de Fedosy Santaella, es una obra que se sumerge en los territorios de la poesía narrativa, o bien de una narrativa que se inserta y se entrelaza con la poesía. Es un libro fascinante donde el vuelo lírico arrastra consigo también la anécdota. Los tatuajes se van concatenando –como quien ensambla un mapa a punta de retazos– en función de una historia. Y si bien el poema va sobre el tatuaje, en su interior viaja también (de manera simultánea e indisoluble) el relato del tatuado. Fue el Capitán Cook en 1769, durante sus viajes por la Polinesia, quien registró por primera vez el término  tattoo . Lo tomó del tahitiano y el samoano “tatau” y del marquesano “tatu”, en todos los casos: punción, marca hecha sobre la piel. Pero también en esas lenguas polinesias tatú significa remarcar, es una voz onomatopéyica que recoge el sonido del instrumento que penetra en la piel para pintarla. Es el sonido repetitivo de la marca que se

José Urriola, una voz venezolana en Guadalajara

    José Urriola (Caracas, 1971) es uno de los autores venezolanos que se ha ido ganado a pulso un espacio fundamental en la literatura nacional. Cuenta con satisfechos lectores a los que sorprende con su propuesta particular llena de música, cultura pop, literatura fantástica y ciencia ficción. Entre el humor, la ternura, la creatividad, el amor y la exploración del yo, su obra viene marcando un lugar justificadamente aparte, diferenciado. Este año, Urriola ha sido invitado a la Feria del Libro de Guadalajara a participar en una de las mesas más atractivas de la feria, donde escritores de distintas regiones de Latinoamérica se encuentran para hablar de su escritura y de la escritura de sus contemporáneos.         Aquí, una conversación sobre su obra y la feria del libro de Guadalajara… En tu blog, Rostros de viento, se lee en tu biografía que eres hijo de escritor y bióloga, y que tal unión hace que le rindas necesariamente culto a la ciencia ficción. ¿Crees que Venezue